
Nada es nunca lo que parece.
Al tamaño de las expectativas le corresponde una inversamente proporcional dosis de realidad.
Y ahí es cuando prima la impaciencia.
Era el día casi perfecto, o mas bien la noche, había ido a buscar mi nueva cama, estaba cansada del trabajo y un sinnúmero de etcéteras contribuían al crear la atmósfera ideal de un momento soñado -nunca mejor adjetivado-.
Pero no, no pegué un ojo en toda la noche. Me recibí de trompo de las vueltas que di en mi nueva pista de sueños. Dragué abismos entre mi y el horizonte de jackard matelassé y espuma de alta densidad.
Espero que la noche vuelva encenderse para recuperar el intento fallido.