La década pasada dejó
atrás la ilusión de poder ser. Poder hacer. Porque si en los ’90 creímos en la
falsa ilusión –convertivilidad mediante- de que nuestros billetes de colores
eran similares al verde dólar y nos dedicamos a recorrer el mundo como
asalariados de lujo. Los últimos 12 años señores, nos dedicamos a tomar buenos
vinos y tocarle el culo a esos pequeños placeres de clase que la sociología nos
había marcado.
“Gusto…necesidad hecha
virtud” dice Bourdie. El gran poeta del posestructuralismo francés nos
insinuó sobre el “criterio y las bases sociales del gusto” y la lucha de clase,
la Distinción misma no fue más que la posibilidad de poder tomar un buen vino y regodearnos entre amigos de
nuestros saberes de cata y finales en boca.
The dream
is over. El sueño terminó.
Volvemos del super sabiendo que en la copa ya no habrá de
esos elixires. Volvemos al tubo de $50 pesos buscando en google algo que nos
justifique la elección…
Mozo, sírvame la copa
rota…